martes, 19 de enero de 2010

YIHAD, LA ESPADA DEL ISLAM

Usa el nombre del islam, pero es el principal asesino de musulmanes en todo el planeta.


La yihad es la revolución permanente para el movimiento islámico", escribió Sayyib Qubt, uno de los ideólogos del fundamentalismo, en su libro más emblemático, "Señales en el camino", publicado en 1964. Su homólogo pakistaní, Abu Ala al Maududi, fundador de la sanguinaria Yamaa Islamiya -responsable de los atentados de Bali- fue igualmente explícito en los libros que publicó, antes de morir en Lahore en 1979: "o hay islam o hay yahiliyya", es decir, o hay islam, o hay apostasía, maldad contra Dios. La opción, pues, para el buen creyente se planteaba como inexorable.


Años antes, Hasan al Banna, el fundador en 1928 de los Hermanos Musulmanes y padre espiritual de todas las organizaciones yihadistas del mundo, ya había asegurado que la yihad bélica era el único camino para retornar la gloria a la Umma, es decir para avanzar en el sueño de una comunidad musulmana planetaria.
A diferencia de la yihad del corazón, que es una lucha espiritual, la yihad de la espada necesitaba organización, captación y acción violenta, y para esa triple necesidad, trabajaron a fondo desde principios del siglo veinte. Lo primero que resulta fundamental entender, pues, es que la violencia yihadista ni es un fenómeno reciente, ni es local, ni es explicable en términos de terrorismo clásico. Sus tiempos no son los nuestros, sus causas no son las obvias, sus movimientos no son previsibles.


Observado el fenómeno con la lupa geopolítica, sus motivaciones podrían vincularse a causas nacionales clásicas -Cachemira, Palestina, Chechenia, Mindanao, los uigures de Xinjiang…-, pero en realidad esas causas no son el objetivo del yihadismo, sino la fuente de sus justificaciones.


Solo hace falta leer los escritos de sus líderes, para entender que la concepción occidental del yihadismo, es inservible. Dokky Umarov, en su proclamación unilateral del Emirato Islámico del Cáucaso, lo dijo claro: "Nosotros somos parte indivisible de la Umma islámica y no es necesario determinar las fronteras. El Cáucaso está ocupado por kuffar (infieles) y apóstatas y es Dar al Harb, el territorio de la guerra, y nuestra tarea prioritaria es convertir el Cáucaso en Dar as Salam (la Casa de la Paz), estableciendo la charia y expulsando a los kuffar. Después de expulsarlos, debemos reconquistar todos los territorios históricos de los musulmanes, y estas fronteras están más allá de los límites del Cáucaso".


Su homólogo, Ayman al Zauahiri, el ideólogo de Al Qaeda, escribió en la famosa fetua de 1998, "todo musulmán que esté en condiciones de hacerlo tiene el deber personal de matar a los americanos, a los judíos y a sus aliados, en cualquier país donde sea posible". Y así hasta el infinito. Como me he permitido señalar a menudo sobre del yihadismo, nuestro primer problema es que no leemos sus textos.


Este es el decálogo para entender el fenómeno totalitario más importante desde el nazismo.


Primero, es planetario, es bélico y su trinchera es el mundo global.


Segundo, se alimenta de causas nacionales, pero no cree en ellas. Su finalidad es la República Islámica mundial.


Tercero, no presenta organizaciones clandestinas al uso, sino una filosofía general que permite la autonomía de sus seguidores, una especie de franquicia del terrorismo.


Cuarto, se nutre de jóvenes de barrios pobres, sin perspectivas ni esperanzas, necesitados de sentido en su vida.


Quinto, mezcla con perversa inteligencia épica, religión y nación, de manera que da trascendencia tanto terrenal como espiritual.


Sexto, lleva miles de muertos en todo el mundo.


Séptimo, su estrategia es la desestabilización permanente.


Octavo, mueve mucho dinero.


Noveno, es minoritario en el islam, pero su movimiento genera millones de simpatizantes.


Décimo, usa el nombre del islam, pero es el principal asesino de musulmanes en todo el planeta.


Este fenómeno es el que ha asesinado a decenas de personas en la India. Y en Bali, y en Jerusalén, y en Nueva York, y en Buenos Aires, y en Yemen, y en Londres y en Madrid...


Pilar Rahola
La Vanguardia. Barcelona.
02/12/2008

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... y en Egipto, y en Afganistán, y en Pakistán, y en...


Como en la mayoría de sus escritos la Señora Rahola, pone el dedo en la llaga y analiza los porqués de situaciones sangrantes, que parecen pasar inadvertidas por la mayoría de personas.


Es totalmente incomprensible que una organización como ésta cuyo objetivo, y credo, consiste principalmente en matar seres humanos para imponer sus ideas, eso sí, siempre con la excusa de cumplir con las directrices directas que dicen que Allah transmitió al profeta, sea apoyada y sostenida por gentes que, supuestamente, creen en la bondad de Allah, Jehová, Dios, el mismo ser supremo que, desgraciadamente y sin embargo, es utilizado como excusa para matar, robar y arrasar al que lo nombra con nombre distinto.


Independientemente del dios y del profeta en que se crea, las personas no deben imponer a la fuerza, lo diga quien lo diga, ni sus creencias ni sus ideas. También deberíamos recordar no hacer a los demás lo que no nos gustaría que nos hicieran a nosotros. Creo que todo iría mucho mejor y, si dios existe, estaría mucho más contento de su obra de lo que debe de estar viendo lo mamarrachos en que nos hemos convertido los humanos, "Cumbre" de la Creación. ¡Ja! Soberbio ser humano...

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